La Velleta Verda agost 2013

La odisea de los arroceros valencianos III

      La primera escuela del lugar se construyó en unos terrenos cedidos por la Sra. Florentina Bou Casan de Massanassa (Valencia). Los primeros maestros, como Don Juan, que trabajaba en El Puntal, eran valencianos.  



      En un folleto para conmemorar el 15 aniversario del colegio público Florentina Bou, su redactor –desafortunadamente- dice que los valencianos fueron a la marisma sevillana para hacer “Las Américas”. En realidad, los beneficiados fueron los nativos del lugar, con una cultura menos desarrollada,  que aprendieron de los valencianos el cultivo del arroz, les dieron escuelas, panaderías, talleres… etc. Portada de La Marina con el título Valencianos por el mundo: la odisea de las marismas (1973). Fuente: Colegio público Florentina Bou. 25 aniversario.

 La odisea de los arroceros valencianos II


     En Isla Mayor, durante muchísimos años se celebraron las fiestas del arroz. Seguían en todo el programa de las fiestas valencianas,  con la elección de la Reina de las Fiestas y sus damas de honor. La reina y sus damas iban acompañadas por niñas vestidas de falleras, el traje regional de Valencia y, por supuesto, no era “como un hermanamiento entre las dos regiones”, sino por que los que mandaban allí eran los valencianos, aunque no les gustase a los andaluces.



 


     El verdadero amo del lugar, en principio, eran  los hermanos Beca, de origen italiano, que buscaron a los valencianos para prosperar en sus negocios. Estos señores se comportaron como auténticos caciques: eran los propietarios del terreno, de los almacenes, de los secaderos… Al final, consintieron en vender sus tierras a los valencianos para procurarse su afianzamiento en la zona, ya que temían que regresaron a sus tierras y dejaran los arrozales sin cultivar.

 La odisea de los arroceros valencianos


       Hace demasiado tiempo que no he visitado Sevilla: ¡imperdonable por mi parte! Conozco de primera mano la odisea que protagonizaron los valencianos en los pantanos de la Isla Mayor. Un amigo estuvo viviendo muchos años en aquellas tierras, donde no se mezclaban andaluces y valencianos por culpa del idioma.
Dedicado a Joan Puchol Torrens




Jorge Molina autor de 'Doñana. Todo era nuevo y salvaje'  




Jorge Molina (Cumbres Mayores, Huelva, 1964) es periodista y escritor. Formó parte de la redacción de El Correo de Andalucía y ha colaborado en agencias de noticias, radio, televisión y diversas revistas.
  

Matarraña

     Esta comarca de la provincia de Teruel, situada a 50 km en línea recta del mar, comprende unos 1000 km cuadrados de extensión, ocupados en su mayor parte por la cuenca del rio Matarraña. Por el suroeste, en los límites con el País Valencià y Catalunya, destaca un conjunto de serranías que reciben el nombre de Ports de Beseit, que son la unión de las estribaciones más suroccidentales de la cordillera Costero Catalana con el Sistema Ibérico. Sus altitudes máximas no llegan a los 1400 m, destacando el Tossal d’En Cander, el Tossal del Rei, la Moleta Alta y L’Hereu.
 



Ports de Beseit vistos desde La Freixeda. Fotografía: Gonçal Vicenç

Matarraña mágico

      Lugares de poder: la energía sagrada del Matarraña es el título de un artículo aparecido en la revista Más Allá de la Ciencia 253, escrito por  Jesús Avila Granados que estimuló mis ansias de conocer la comarca turolense. Aseguraba el escritor que el Matarraña posee todos los elementos necesarios para ser un enclave sagrado: escenarios ceremoniales de culturas desaparecidas, antiguos observatorios astronómicos, tumbas megalíticas, sobrecogedores grabados rupestres e, incluso, una roca “templaria”. ¿Qué más se podía pedir? Metimos las pequeñas maletas en la moto y pusimos rumbo al enclave mágico.


Atravesando los áridos paisajes del rio Alfambra. Fot: Gonçal Vicens
 


Descanso y refresco en el mercado de Alfambra. Fot: Gonçal Vicens


 La Fresneda telúrica

La colina de Santa Bárbara

      Sobre los tejados árabes de la población de La Freixeda, en el corazón geográfico del Matarraña, se alza una suave colina que, desde la lejanía, ofrece el aspecto de un altar de roca, con un apéndice superior: la ermita. Esta, aunque con diferentes reformas arquitectónicas, ha mantenido su singular planta medieval en forma de cruz de ocho beatitudes, como lo estableció Miguel Giribets


 


Fotografía de La Fresneda
 

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